La crónica: Cadenaser.com.
La clasificación para cuartos ya estaba conseguida y pese a ello España salía con la necesidad imperiosa de lavar su imagen. La victoria contra Finlandia no fue más que un maquillaje, una forma de intentar ocultar los restos nocivos de la derrota contra Grecia. Lo que estaba en juego era la identidad de España, su estilo, nada más.
El equipo de Orenga salió anestesiado al escenario. Con problemas claros para reconocer sus propias jugadas de ataque. No había manera de conseguir puntos con facilidad mientras en el otro aro los italianos, con Belinelli y Aradori a la cabeza, ensayaban jugadas de ataque. Cada cual más bonita que la anterior, con movimientos rápidos de balón buscando un ‘extra-pass’ que dejase solo al jugador mejor situado.
El resultado fue desastroso para el ánimo español y rejuvenecedor para los transalpinos que se tuteaban con la doble campeona de Europa. El parcial de 24-12 dejaba claro que había sido el peor cuarto español en el torneo. A los problemas habituales en ciertos tramos de los partidos, se había sumado un nuevo factor negativo: una defensa indolente. La seña de esta selección se había perdido y los italianos anotaban con suma facilidad.
No quedaba otra, era el momento de hacer borrón y cuenta nueva aunque fuese sacando a un quinteto completamente atípico. Entonces el talento de Sergio Rodríguez llevó al equipo español a realizar una gran remontada pero sobre todo a replantearse su juego. Con un despliegue mucho más alegre, dejando atrás el corsé que nos impedía maniobrar, el combinado español se soltó y desplegó el juego de contraataque.
Parcial de 12-0 y España cerró el segundo cuarto igualando el marcador a 37. Dejaba atrás un juego al más puro estilo ‘Dr. Jekyll y Mr. Hyde’ con dos caras completamente opuestas. Mucha sensación de inestabilidad y un baloncesto surgido de los arreones individuales no eran mucho consuelo, sí el marcador.
En la segunda parte España salió dispuesta a tranquilizar los ánimos y mostrar un poco de esa esencia dominadora a la que tanto nos ha acostumbrado. Apoyados una vez más en la defensa, los robos permitieron coger mucho aire al conjunto español que ahora sí anotaba con facilidad. Entre medias la tercera personal de Marc que, en contra de todos los cánones establecidos en el baloncesto, seguía en el campo.
Orenga, amigo de los experimentos en los momentos más delicados, amenazaba con hacer saltar la tensión de todos los aficionados españoles, como en el partido contra Grecia. Marc Gasol obviamente como líder y jugador español más determinante de largo respondía en la cancha con 23 puntos. Aún así, con once arriba (45-56) mantenerle en el campo era una un ejercicio de soberbia.
El partido estaba bien encarrilado para España. Los italianos habían fallado lo indecible en el tercer cuarto y no daban muestras de despertar. Pero llegó el momento de dar la puntilla, de cerrar el partido. Algo que para la selección de baloncesto solía ser tarea sencilla y que a día de hoy es su asignatura pendiente. Un quebradero de cabeza que se fue acentuando con un ímpetu italiano desbordado. Un gran alley-oop de Sergio y Rudy fue respondido por una canasta final a falta de dos segundo de Gigi Datome que llevó el partido a la prórroga (70-70).
El tiempo extra sobró para España. Se resume en el titular de esta crónica. La selección de Orenga quiso pero no pudo. Tuvo la oportunidad de cerrar el partido y no lo hizo. Y a día de hoy la selección italiana ya se ha dado cuenta de que de nuevo puede volver a competir con los mejores.