Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista
Seguramente la imagen icónica de la carrera como futbolista en activo de Carlo Ancelotti sea la de un sprint desatado para celebrar su gol a Paco Buyo en la devastación del Real Madrid ante el Milan en semifinales de la Copa de Europa. Era el 1-0, que daba paso a una de las mayores humillaciones del Real Madrid en su torneo (5-0) y abría un ciclo absolutamente dominado por el Milan de Arrigo Sacchi y sus prolongaciones en el terreno de juego: Franco Baresi y el propio Ancelotti.
Del líbero y del mediocentro dependía la articulación de un equipo que hizo de la defensa un arte comprimido en 20 metros. El ataque era cosa del trío holandés. Entre todos, armaron un equipo que conquistó dos Copas de Europa consecutivas (1989 y 1990, eliminando al Madrid en ambas) y mantuvo los cimientos para, ya con Fabio Capello, rozar de nuevo el título en el 93 y repetir en el festín de Atenas ante el Barça en el 94.
Pero en ese equipo ya no estaba Ancelotti, que no comulgaba con el ex técnico del Madrid. Su carrera la marcó Sacchi, el hombre con el que, también, se inició en los banquillos. El mismo que, ya con 28 años, le reclutó para su Milan desde la Roma, club con el que conquistó un Scudetto (1983) y cuatro Coppas. En San Siro, junto al más creativo Donadoni, formó la columna vertebral de un Milan que pasó de grande venido a menos a gigante en Italia y en Europa. De ‘rossonero’ lo ganó todo a pares: dos Ligas, dos Champions, dos intercontinentales y dos Supercopas de Europa.
La cruz ‘azzurra’ Sin embargo, su carrera como internacional italiano no tuvo tanto vuelo. Jugó 26 partidos con la ‘Squadra Azzura’, anotando un gol. Una lesión de rodilla le impidió forma parte de los seleccionados para el Mundial de España -que ganaría Italia-, no jugó ni un minuto en el México’86 y puso fin a su carrera en el de Italia’90: titular en el debut ante Austria (1-0), desapareció de las alineaciones hasta el partido del tercer y cuarto puesto, en el que volvió a formar en el once inicial. En Estados Unidos, volvió a unir su camino al de Sacchi, viendo como segundo en el banquillo un torneo que acabó en subcampeonato para Italia.
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