NOCHE DE VICTORIA Y CUENTAS PENDIENTES

Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista

Dos goles, dos mensajes. Cristiano habló en la hierba de Miami y Mou escuchó la verdad del fútbol. El portugués pasó la factura al técnico, igual que lo hizo Casillas con sus paradas y el Madrid, en bloque, con un juego a años luz del Chelsea. Ancelotti pone las cosas en su sitio.

Hizo falta muy poquito para leer la sobre excitación con la que saltó el Madrid al campo. Más allá de las órdenes de Ancelotti, en el tuétano del equipo blanco bullían las ganas por presionar al Chelsea, robarle el balón, bailarle si se podía.

Una agresividad con la que los blancos mandaron durante 13 minutos sin dar respiro al rival, ante la inexpresiva mirada de Mourinho. El rondito del Madrid culminó con el primer gol de Marcelo, entrando por el carril del 10, a pase corrido de Modric. La celebración fue de Champions. Había una reivindicación en esos abrazos de entusiasmo.

Respuesta. El Chelsea constató que tiene cuerpo y entidad, alargó dos pasos y en la primera jugada decente de ataque, Ramires sorteó a los centrales Pepe y Ramos, mal alineados, para elevar sobre la salida desesperada de Casillas. Primer arreón y gol encajado por malas coberturas. Ancelotti sacó la libreta de correcciones para el futuro. No se puede ser tan frágil si se pretende ser grande.

Pero la cosa quedó en el detalle, porque la noche de Miami era para Cristiano, a quien desde el minuto uno se le detectaba sangre en el ojo. Emergió muy a su manera, con cinco pasos atrás y chut marca de la casa en el 30’, de falta directa. Golazo, media vuelta hacia el banquillo del Chelsea y dedos sobre su camiseta: “Mou, este soy yo, recuérdame”, pareció decirle con el gesto.

Fue el momento de la noche, que hacía buena y justificaba la superioridad de Isco, Modric y Özil con un manejo vistoso de balón sobre la leña que repartían Ivanovic, Terry y compañía. Dos estilos de entender el fútbol que sobre el césped de Miami delataban las bases del morboso pulso de Ancelotti y Mou.

A la vuelta del descanso apenas el Chelsea dio dos zarpazos, ya con Torres (perdido todo el partido) en el campo. En uno de ellos llegó la hora de la factura de Casillas, parándole un mano a mano a Hazard en el punto de penalti. El estadio se vino abajo.

El Madrid se rehizo. Retomó el mando y Cristiano entró como un avión de cabeza a pase alto y precioso de Isco. Fue el tercer gol, con una sutil dedicatoria de reojo.

No se precisaba más regodeo, la superioridad del Madrid sobre el Chelsea quedó sellada en ese instante. Lo demás fue el esperado carrusel de sustituciones veraniegas.

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