Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista
«¡Cómo pasa el tiempo!», exclama Sergio Ramos con cierta melancolía.»Los años pasan deprisa y prácticamente no te das cuenta. Hace dos días estaba correteando en Sevilla. Estoy orgulloso y satisfecho de lo que hago porque disfruto y soy feliz», dice Sergio.
Luego se fija en un puñado de fotos, repartidas por el suelo de la sala en que nos encontramos en Valdebebas, que resumen su trayectoria. Imágenes del gol que marcó de falta al Real Madrid siendo jugador del Sevilla, de su presentación de blanco, de aquella melena que recogía con una cinta, de esas volteretas que hacía para celebrar los goles y que los médicos le recomendaron que no hiciese por el bien de sus rodillas, de su beso a la Copa del Mundo, del que le dio al brazalete tras marcar en un Clásico Las mira todas detenidamente mientras va haciendo comentarios.
Pero hay una foto que le llama particularmente la atención y se agacha para cogerla. «Vaya pintas, tela con el jersey», comenta entre risas mientras se la muestra su hermano, René. Es una foto del día en que es convocado por primera vez con el Sevilla. Al día siguiente, un 1 de febrero de 2004, Caparrós hacía debutar a Sergio en Primera.
«Lo que queda de ese niño de Sevilla es la ilusión y el querer superarme siempre. Creo que, a día de hoy, eso lo mantengo. Me levanto todos los días con una sonrisa y, en ese sentido, me siento con el mismo espíritu que cuando llegué al Real Madrid en 2005. Entonces era un niño que venía a comerse el mundo y con mucha ilusión de conseguir grandes metas. Hoy día puedo decir que he conseguido muchas de ellas pero, evidentemente, no soy conformista y quiero seguir superándome», comenta el 4 blanco.
Niño prodigio
El sábado se cumplirán 10 años de aquel Deportivo-Sevilla en Riazor (1-0). Ramos tenía 17 años. Era el minuto 64 de partido y Sergio debutaba sustituyendo a Gallardo. Entró y se pegó a Albert Luque. Sergio le dio la noche al exinternacional español, que se llevó alguna tarascada que otra y acabó siendo sustituido. El Sevilla perdió aquel partido, pero ganó un crack.
Caparrós salió encantado de cómo había respondido el chico y, a partir de ahí, le empezó a dar minutos hasta entregarle definitivamente la titularidad. «Fue un sueño cumplido. A lo largo de mi carrera hay momentos que te marcan y uno de ellos es aquella oportunidad que me dio Caparrós. No era un partido en el que pensara que podía jugar y ni me lo creía. Era por lo que llevaba peleando desde que entré al Sevilla con 9 años», reconoce el jugador.
Aquel partido fue el pistoletazo de salida a una meteórica trayectoria. Con 17 años debutó en Primera y con 19 fichaba por el Real Madrid, se estrenaba en la Champions y debutaba con la selección. Con 20 jugó su primer Mundial en Alemania, con 21 cumplió 100 partidos en Primera y con 26 se hizo centenario con La Roja. Ahora, con 27, cumple 10 años en la élite. Todo en la vida futbolística de Sergio Ramos le ha llegado antes de lo previsto. Así ha sido siempre para Sergio desde que le tuvieron que falsificar la ficha para jugar con los alevines porque no llegaba a la edad para poder hacerlo.
Han sido legión los jugadores que han cumplido 10 años en Primera. Sin embargo, apenas un grupo selecto lo han hecho con tan solo 27 años, como Sergio. Es más, solo unos pocos elegidos lo han conseguido tras nueve temporadas en el Madrid y luciendo el brazalete de capitán. Y solo él puede presumir de 115 internacionalidades ya a sus espaldas. Su trayectoria es mucho más que admirable. Es histórica. Nadie a su edad tiene una carrera igual.
Ramos lleva casi la mitad de su vida jugando en la élite. Sus números son los de un jugador de 33 años, no los de un chico de 27 al que todavía le queda un largo camino profesional por delante. A este ritmo camina hacia unos récords que serán muy difíciles de igualar. Su carné de identidad dice una cosa y el de futbolista, otra bien distinta. Hace tiempo que a Sergio se le ve como un veterano. Normal, teniendo en cuenta que en verano disputará su tercer Mundial con 28 años. A poco que le respeten las lesiones, no es descabellado pensar que podría jugar 10 años más.
El ojo de Caparrós
Ha llovido desde que Caparrós, asesorado por la gente de la cantera del Sevilla, se fijó en un niño con cuerpo de hombre. Su físico era poderoso y su personalidad, impropia de la edad, apenas 16 años. Por entonces, Ramos no lucía tatuajes y llevaba aparato dental. Era un crío que soñaba con jugar en el primer equipo del Sevilla. Algo que no le costó mucho conseguir.
Caparrós se apresuró a darle la alternativa porque pedía a gritos una oportunidad. Delante tenía a gente tan contrastada como Javi Navarro, Pablo Alfaro, Aitor Ocio o Alves, pero Sergio pedía paso. Ni tan siquiera llegar tarde al autobús en su primera convocatoria fue un obstáculo. «Perdone, míster, había mucho tráfico», le dijo sofocado a Caparrós. «¿Tráfico? Usted no tenía que haberse ido a dormir a casa, tenía que haber dormido en el estadio», le contestó, molesto, el técnico.
Ramos fue un huracán. Con 19 años el Madrid pagó 27 millones al Sevilla. Fue el primer fichaje español de Florentino Pérez y pasaba a formar parte de la galaxia blanca, junto a Raúl, Beckham, Zizou, Ronaldo, Iker y compañía. Desde entonces ha sido intocable, con todo lo que eso significa tratándose del Madrid. Tres Ligas, una Copa y dos Supercopas de España adornan su palmarés de blanco.
El brazalete de capitán ha terminado de impulsar su liderazgo con 27 años y hay Sergio Ramos para rato. «¿Diez años más? Es cierto que estos se me han pasado muy rápido porque he disfrutado mucho, pero nunca se sabe. Lo que sí te digo es que me levanto todos los días con una ilusión tremenda. El día que eso me falte, me empezaré a preocupar. Mientras el cuerpo aguante, la gente me quiera y mis compañeros sientan la necesidad de que Sergio Ramos esté aportando cosas positivas al grupo, se puede intentar. No sé si tanto tiempo, pero por mí no va a ser». Comienzan otros 10 años.