Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista
No es oro todo lo que reluce en el reino de Neymar. El futbolista brasileño, llamado a ser la estrella del Barcelona en el futuro, está sufriendo más de lo esperado en su aclimatación a Barcelona. Además de todo el ruido mediático derivado de su traspaso, entre otras cosas provocó la dimisión de uno de sus grandes valedores, el expresidente Sandro Rosell, al crack le pesan otro tipo de razones personales que le perjudicaron en su despegue en azulgrana: no lo está pasando bien.
“Neymar siempre tiene buena cara cuando entra en el vestuario y es agradecido con todo y todos. Es humilde y eso se ve en su manera de ser. La improvisación de su repertorio sobre el terreno de juego se convierte en sencillez cuando se descalza las botas”, comentan desde el vestuario culé.
Pero hubo un día que Neymar comenzó a notar que le costaba arrancar, que echaba de menos a los suyos y que la batalla mediática generada por su contratación hacía que le pesaron las piernas. Fue en ese momento, cuando “quería y no podía”, que los capitanes del equipo decidieron atacar de manera contundente el problema. Uno de ellos, posiblemente el más implicado de todos, llegó a retrasarse a un almuerzo familiar de obligatoria presencia por estar con su compañero. Leyó entre líneas que las cosas se estaban torciendo, que su compañero estaba tocando fondo y que lo mejor era sentarse y dialogar abiertamente de todo lo que estaba sucediendo. En parte pudieron solucionarlo y el crack volvió a salir a las sesiones de entrenamiento con la alegría habitual, aunque desde las gradas del Camp Nou aún esperan ver su mejor versión, la que les vendieron el pasado verano cuando el crack fue fichado a precio de mina de oro.
En París. Uno de los grandes amigos de Neymar es Thiago Silva, viejo deseo del Barcelona, que pese a pelear por su fichaje en los últimos años, entendió que los millones de los propietarios del PSG pesaban más que los proyectos deportivos. Pese a todo, el culé sigue encontrándose con el central, tal y como sucedió a principios de semana en París. Neymar voló hasta la capital francesa para olvidarse de la presión que vive en Barcelona, la que le agarrota y la que preocupó a los capitanes de su equipo… Bueno, mejor dicho, a uno.