LA ESPALDA HACE QUE NADAL NO PUEDA GANAR SU 14 GRAND SLAM

Crónica-Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista

Dos semanas de torneo y un título de Grand Slam, el que haría número 14, se le esfuman a Rafa Nadal en sólo unos minutos de peloteo con Stanislas Wawrinka: en esos minutos, a Nadal se le sobrecarga la espalda, que ya le había molestado en la sesión de calentamiento, en la Pista 2 y, en palabras del propio Nadal, “en cada saque que hacía estaba un poco peor”. El resultado de esa contractura: 6-3, 6-2, 3-6 y 6-3 en la final del Abierto de Australia.

Con un ‘break’ en el cuarto juego, Wawrinka ganó a Nadal el set inicial, el primer parcial que ‘Stan The Man’ (nuevo número tres del mundo) arranca en su carrera a Rafael Nadal: 6-3, en 37 minutos… donde Nadal no supo negociar al resto, con 5-3, un 0/40 bajo saque de Wawrinka en 5-3. En el tercer juego del segundo set, al rematar un tiro de fondo, Nadal crispa los dientes, el gesto, el cuerpo entero: se le ha cerrado la espalda, “espalda clavada”, resume Rafa… y con 2-1 para Wawrinka se marcha al vestuario con el ‘trainer’ Hugo Granville, quien le masajeó con cremas de calor la zona afectada y le inyectó antiinflamatorios.

Con Nadal en el vestuario, explotaba una batalla verbal entre Wawrinka y el árbitro, Carlos Ramos(que ya había amonestado a Nadal por perder tiempo en el servicio). El suizo exigía a Ramos que le dijera la causa de la lesión de Nadal. “Tienes que decírmelo”, demandaba Wawrinka a Ramos, quien replicó secamente: “No lo voy a hacer, Stan, lo aceptes o no”. Ramos se remitió a Stefan Fransson, supervisor del torneo. Al fin, el árbitro-jefe, Wayne McKewen, indicó a Wawrinka que “la espalda” era la causa de la lesión de Nadal. «Es OK», respondió Wawrinka, ya calmado.

El Nadal que regresó del vestuario tras tratarse con Granville no era mucho más que un poste. No pasaba de servir a 150 Km/h en esa segunda manga… con segundos saques a 123 km/h. Una cosa es olfatear el desastre en el polvo del camino… y otra encontrarse de frente con ese desastre, como el que se ve atropellado por una carga de caballería. “Esto se acabó”, gritó Nadal en dirección a su palco y a su tío Toni, al que pronto iba a preguntar: “¿Qué hago?”. En esas condiciones, y con Nadal al borde de la retirada, Wawrinka sentenció el set, con 6-2 en 38 minutos. Ahí empezó a hacer efecto el tratamiento de urgencia que Granville había dispensado a Nadal… y Rafa empezó a moverse mejor y a servir con más potencia, aunque siempre con apuros: Wawrinka gestionó nada menos que 15 puntos de ‘break’ sobre los servicios de un Nadal que se mantenía en pista por puro orgullo. Mentalmente, Wawrinka se descompuso y, de modo insólito, Nadal ganó el tercer set por 6-3, abriendo la eventual ruta hacia una remontada que hubiera resultado un suceso histórico. A veces, la diferencia entre el olvido y la gloria consiste simplemente en seguir caminando hacia delante, del modo que sea…

Negándose a la derrota como todo un campeón, dispuesto a morir en pie, Nadal aún llegó hasta el 2-2 en el cuarto set, antes de sufrir un ‘break’ que lanzó a Wawrinka hasta el 4-2. Rafa rescató ese ‘break’, sólo para ver cómo Wawrinka, que resistió mentalmente, volvía a facturar una nueva rotura de servicio para pasar a sacar por el partido en 5-3. Wawrinka cerró ahí su primer título de Grand Slam y lloró cuando fue a saludar a su entrenador, Magnus Norman, en el palco. Unos pocos minutos después, Rafael Nadal Parera, tras perder su final de Grand Slam número 19, abandonaba el Rod Laver Arena con la espalda ‘clavada’ y la emoción a flor de piel: un salvaje muchacho mediterráneo… y también un héroe bruñido y lleno de orgullo por mantenerse en pie.

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