JOSÉ COSTA: «TRANSMITÍ A DIEGO TODA MI PASIÓN POR EL FÚTBOL»

Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista

—¿A qué se dedicaba el padre de Diego Costa antes de disfrutar con los éxitos futbolísticos de su hijo?

—Trabajaba en el campo, en la agricultura. Plantaba yuca, fríjoles, maiz… También tenía ganado. Esa era mi vida.

—¿Y qué recuerdo tiene del Diego niño, el que usted con su mujer Josileide crió junto a otros dos hijos en Lagarto?

—Era un buen chico, obsesionado con el fútbol. Comenzó a jugar en Lagarto y luego pasó por muchas escolinhas. Le encantaba el balón. Siempre que llegaba a casa lo primero que hacía era coger la pelota y salir a la calle para jugar con ella.

—¿Ya daba la sensación de poder llegar algún día a ser una estrella de orden mundial?

—Yo siempre soñé con que un hijo mío jugara al fútbol de manera profesional, que pudiera verle por la televisión y en los mejores torneos del mundo. Por supuesto también en un Mundial, como ahora. Pero si soy sincero tampoco creía que todo lo que ahora le está sucediendo a Diego pudiera ser posible. Impresiona.

—Para alguien tan apasionado al fútbol como usted debe ser más emocionante todo…

—La verdad es que sí. Fíjese: cuando nació mi primer hijo yo tenía en mi memoria el Mundial del 70 y a uno de mis ídolos. Por eso le puse Jair, por Jairzinho, nuestro gran jugador. Después, a los dos años vino Diego y le llamamos así por Maradona. Sabía que era argentino, pero en esa época mandaba él y no quedaba otra. Además, Diego también es un nombre muy brasileño.

—¿Jugaba al fútbol?

—Claro, yo jugué muchísimo. Hasta los 33 años prácticamente todos los días. Y después me encantaba ir a ver a los niños y disfrutar con ellos. Me quedé con la frustración de no poder ser profesional, pero por eso luego pelee con todas mis fuerzas para que uno de mis hijos alcanzara la élite. Por fortuna lo ha hecho Diego.

—¿De qué jugaba usted?

—¡De lo mismo que Diego! Era delantero igual que él, aunque en realidad creo que aprendió todo lo que sabe jugando en la calle. Desde niño sabía moverse bien y utilizar el cuerpo. Hasta los 16 o 17 años no se formó como tal en los clubes, sino en varias escuelas. Fue de un sitio a otro en busca de buenas oportunidades.

—Ese momento de dejar Lagarto y marcharse a Sao Paulo, primero, y Europa, después. ¿Cómo lo vivieron?

—Con pena, pero siempre sabiendo que Diego estaba luchando mucho por alcanzar un sueño. Cuando se fue a Sao Paulo estábamos tranquilos porque allí le acogió su tío Edson, que además le consiguió un equipo para jugar en Ibiuna. Y después sí, cuando dio el salto a Portugal la cosa fue mucho más complicada.

—No le dejaban irse…

—Pues no queríamos que se fuera, no. Nos parecía arriesgado. Tenía la opción de jugar en Sao Caetano, un equipo que estaba bien para él. Sin embargo, nos dijo que había dado su palabra y que tenía que cumplirla. Era testarudo. “Si no me dejáis ir, me marcharé igualmente”, nos explicaba.

—Era temperamental ya entonces. ¿Siempre fue así?

—Nunca le gustó perder. Si perdía un partido se tiraba todo el día cabreado. Es un luchador desde pequeño, no tiene miedo a nada. Sólo le vale ganar y se ha visto muchas veces en el Atlético: nunca se guarda nada y siempre lo da todo. Es más, lo que puede ofrecer al Atlético y ahora también a España lo refleja en cada partido. Juega como si fuera el último.

—¿Cómo ha recibido Lagarto y el país en general que haya optado por España y no por Brasil, siendo el Mundial además en suelo brasileño?

—Yo creo que los lagartenses están contentos porque España es la actual campeona del mundo y es el país que le ha dado toda la confianza a Diego. Él no ha traicionado a Brasil. El problema es que no tenía la certeza de que fuera a ser convocado por Brasil para el Mundial. Debía elegir.

—Y ahora el destino hace que su hijo juegue el primer partido del Mundial con España y muy cerca de Lagarto, en Salvador, a sólo 300 kilómetros…

—Ese día estaremos en el estadio apoyándole, cómo no. Quién iba a decirnos que veríamos a Diego en un Mundial…

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