Redacción:Noelia Pinto Cervero-LaTribunaMadridista
Si me lo permiten, empezaremos por la danza. El baile en cuestión se llama Ras Tas Tas, creación del afamado grupo musical colombiano Cali Flow y los de la Jodedera (sic). Hace meses revolucionaron el mundo de la salsa con un ritmo que es mezcla de raggamuffin, hip-hop, dancehall, reggaeton y golpes profundos de marimba de chonta, cununo y guasá. Llegados a este punto, debo recordarles que Colombia tiene más salsas que Heinz.
James popularizó el baile durante el Mundial de Brasil o mejor será decir que él fue el responsable de extender la epidemia. El pasado domingo, el contagio alcanzó el Bernabéu. Después de marcar el primer gol (2’), James, Cristiano y Marcelo bailaron el Ras Tas Tas. La coreografía es sencilla, casi intuitiva, se compone del “ras-tas-tas” (paso básico de tres tiempos), más el “tas-tas”, sensual quiebro de cadera. Ya lo tienen, imagino. Ahora sírvanlo con una sombrilla de papel y una bengala de barco.
La celebración del gol de Cristiano hay que encuadrarla dentro de una moda que adquirió fama internacional hace 24 años. Durante el Mundial del 90, Roger Milla festejó sus dos goles a Colombia (precisamente) con un baile junto al banderín de córner. No hubo quien lo entendiera como una falta de respeto, sino como una reacción espontánea. La euforia era comprensible: Camerún se clasificaba por primera vez para cuartos de final.
El baile de Milla fue copiado por otros goleadores y alcanzó su máximo nivel de perversión en 2007, con la cucaracha de Ronaldo, Robinho y Roberto Carlos durante un partido contra el Alavés. Nadie ha superado aquello, aunque ha habido intentos: Thiago y Dani Alves celebraron con un baile el 0-7 contra el Rayo en Vallecas. Esa noche, Puyol tuvo el buen gusto de disolver la fiesta y Guardiola la elegancia de criticar el hecho. Alves no aprendió: dos años después repitió danza, esta vez en compañía de Neymar y para celebrar el sexto gol al Rayo en el Camp Nou.
Lección. Aquellos incidentes dejaron claro que bailar el último tanto de una goleada o retozar panza arriba como consecuencia de un gol son meloneces difícilmente perdonables. Nadie baila para celebrar que el semáforo se pone en verde. Se baila por lo extraordinario, en las bodas o en los Mundiales, se baila ante el poderoso (si hay valor), se baila para aparearse (si hay con quien) y se baila en Fama. Otros bailes no proceden. Ni siquiera el más telúrico y psicalíptico: el Ras Tas Tas.