Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista
Baviera es una región particular. Las cervezas se beben en jarras de litro, los pantalones típicos están hechos de cuero y la gente se dice las cosas a la cara, aunque duela. Ya lo dice el lema del Bayern: “Nosotros somos nosotros”. El que quiera aceptarlo bien, y el que no, que se vaya lejos. Guardiola parecía haberse hecho a la idea rápido. Sabía que para ser entrenador de los muniqueses también había que vestirse alguna vez de bávaro, sombrero incluido, y posar con una cerveza en la mano en la Oktoberfest. Pero es más. Para ser técnico del club más laureado de Alemania también hay que aguantar las críticas en publico, algo de lo que Guardiola se está dando cuenta ahora.
Da igual que haya batido todos los récords de la Bundesliga o que se haya proclamado campeón con varias jornadas de antelación. Tres partidos sin ganar han bastado para desatar las críticas hacia él. Hay voces que le echan en cara haber dañado el ritmo del equipo al jugar con muchos suplentes en los últimos partidos. Incluso Sammer, director deportivo, criticó su estilo: “De vez en cuando hay que elegir un tono más brusco en las charlas”.
No es la primera vez que Guardiola es cuestionado en público. Un mes atrás fue Beckenbauer. El presidente de honor la tomó con el tiqui-taca. “Algún día terminaremos jugando como el Barça y no podrás seguir mirando de la desesperación; cuando estén sobre la línea de gol van a tocar otra vez el balón hacia atrás”. Que Guardiola recriminara con aspavientos a Schweinsteiger un tiro lejano a puerta desató la ira del dirigente: “Espero que no aburran como el Barcelona”.
Guardiola reaccionó como era de esperar. “Estoy aquí para ayudar”, dijo después de la dolorosa derrota por 0-3 en el Allianz Arena frente al Dortmund. “Si el club quiere, pues nos damos la mano y me vuelvo a casa.” Al mismo tiempo admitió: “Fue un gran fallo decir que la Liga ya había terminado.” Eso sí, queda claro que las críticas en público no son del agrado del catalán, un entrenador y una persona que prefiere mantenerlo todo secreto. Eso fue motivo de conflicto a su llegada. Accedió a hacer un entrenamiento semanal abierto al público, pero colocó grandes lonas para que nadie pudiera ver nada de los que son a puerta cerrada, y eso molestó a dirigentes y aficionados.
Deberá hacerse Guardiola a la idea de que el Bayern fue siempre así. Las críticas de los mandamases del club son tan antiguas como los banquetes después de los partidos de Champions, en los que el club, aficionados y periodistas se reúnen en el hotel del equipo para cenar juntos. Pep también tuvo que acostumbrarse a eso. “Estar sentado ahí, bajo los ojos de los periodistas, es algo que hasta ahora fue impensable para él”, dijo Hoeness tiempo atrás. “Debió ser un impacto cultural para él.”
El Bayern es de todos. De los jugadores y del entrenador al mismo tiempo que de la directiva, los aficionados y las viejas glorias. Todo el mundo opina, alaba y critica. Mejor aceptarlo y adaptarse. Si no, puede derrumbarse todo rápido. Los motivos por los que Louis Van Gaal tuvo que marcharse en 2011 no fueron de origen deportivo, sino porque el holandés no quiso escuchar los consejos de la directiva y en especial de Hoeness, que eligió luego a Heynckes, un técnico más dialogante (con él). Resta saber cómo encajará Pep Guardiola.