Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista
Suya es la autoría de la imagen más famosa de Di Stéfano. Agustín Vega ‘El Lija’, maestro y compañero en eñ Diario AS de 1967 a 1998, recuerda cómo inmortalizó el simbólico momento.
—A nivel periodístico, su nombre siempre irá ligado al de Alfredo Di Stéfano como el autor de su imagen más simbólica, aquella celebración imperial del 4-0 (era el tercero de La Saeta) al Vasas húngaro el 2 de abril de 1958 en las semifinales de la Copa de Europa. ¿Qué sintió al conocer el fallecimiento del genio?
—Una pena grande, qué duda cabe. Le conocía bien. Desde que llegó al Madrid en 1953. Si le saqué hasta las fotos para las fichas. Incluso hice las fotografías de los nacimientos de sus hijos…
—Hablemos de la foto. ¿Qué recuerda de aquella instantánea para la historia?
—En aquellos años no había teleobjetivos, como hoy en día. La hice con una cámara, una Retina de 50 mm, que utilizaba un pequeño objetivo. Por entonces, yo siempre me ubicaba detrás de la portería, en oblicuo, disparaba para captar el gol y luego al autor del mismo para tenerlo localizado. Así lo hice y capté ese momento. Pero como siempre digo, fue una casualidad, porque si no ves la foto, no la haces. Solamente supe lo que tenía entre manos cuando revelé el carrete después del partido.
—Cincuenta y seis años después, la imagen sigue teniendo una fuerza tremenda. Aquel salto entre la lluvia…
—Recuerdo que fue tras un golpe franco y ahí se ve a Alfredo celebrándolo, con Rial detrás. La foto es extraordinaria porque nada más hay que ver la cara de asombro de los tíos que están en la barrera y el brinco del propio Di Stéfano. Pero en el momento, sinceramente, no me di cuenta. Hace tanto tiempo que fue que ni me acuerdo de que lloviese… Tampoco sé si la foto se publicó al día siguiente, creo que no. Salió en el Boletín del Real Madrid. Eran otros tiempos. Tú te encargabas de todo. Primero hacía las fotos en el campo, luego las revelaba en la calle Alcalá y después las repartía por los periódicos en tranvía.
—Su imagen ha pasado a simbolizar lo que fue La Saeta. De hecho, presidió durante la capilla ardiente la exposición con los trofeos que conquistó Di Stéfano…
—Sin duda alguna. Es la imagen del ganador. Vi la estampa por televisión. Enorme, como un mural. También observé otras imágenes suyas con las Copas de Europa que yo le hice.
—Se le nota que habla de esa foto con orgullo…
—Cada vez que la veo publicada, me enorgullece, para qué negarlo. Y ya la mayoría de los medios me la firman. Me molesta cada vez que la veo en algún sitio y pone ‘Archivo’. Como si no fuera de nadie…
—¿Qué ha sido del negativo de la foto, por cierto?
—Lo conservo. Alguna vez lo volví a ver. Ya no, está en mi casa de Madrid y yo ahora resido en Málaga. Están enrollados y archivados en una caja donde guardo ordenado el material de aquella época. Esa foto me la llevé de Albero y Segovia, la agencia para la que trabajaba cuando la tomé.
—¿Tiene en mente hacer algo con ese negativo?
—No, de momento se queda donde está (risas).
—Tantos años cerca de Di Stéfano. ¿Cómo era la relación de un fotógrafo con semejante astro mundial?
—Normal, cercana. Porque podíamos entrar a todos los entrenamientos. No es como hoy en día, que parece que les molesta que les hagan una foto. A Alfredo le daba bastante igual. Y de tanto verte día tras día, te tenía confianza.
—¿Y en las distancias cortas?
—El trato era bueno. Aunque de joven, Alfredo era un poco pejiguero, sobre todo cuando íbamos a hacerles fotos al venir de algún viaje. Por cierto, de lo que más me acuerdo es de que no se gastaba un duro el tío… Le pedía a Raimundo Saporta cinco duros para pagar al mozo que llevaba los equipajes. Luego cambió un montón, sobre todo cuando fue entrenador. Ojo, porque Alfredo era muy tímido.
—¿Tímido?
—Sí, al principio. Por eso, su táctica era buscar un momento de confianza contigo. Te decía: “¡Vamos a tomarnos un whisky, venga!”, y ya ahí te podía tratar con más tranquilidad. También íbamos juntos al boxeo, a las veladas en el Campo del Gas, donde nos sentábamos en una mesa cerca del cuadrilátero, al lado de los jueces.
—Como había confianza, ¿le pedía fotos?
—¡Qué va! Se las pedía al Madrid, para que las pagasen ellos. Ya he dicho que era un poco ‘agarrao’… (risas). Puskas sí que se gastaba en fotos. Como era tan buena persona estaba todo el día regalando fotos firmadas a sus admiradores.
—A usted le llamaba Flaco…
—Sí, Di Stéfano era muy de poner motes. Otros futbolistas me llamaban Segovia, por el nombre de la agencia. Pachín, por ejemplo, aún me lo dice cuando me ve.
—Aunque en la profesión se le conoce como El Lija por ser un poco rudo…
—Es porque siempre que me decían algo, salía yo con una respuesta peculiar… Para que me entienda, rimas procaces y cosas así (risas).
—Usted ha sido durante décadas un referente en la prensa gráfica deportiva y se le considera un mito viviente. ¿Cómo se las apañaba con las precarias condiciones de los años cincuenta?
—Ahora es muy fácil, con las máquinas que tienen tiran trescientas fotos y no se te puede escapar nada. En mis tiempos, teníamos sólo 36 en el carrete. No había opción al error. Trabajábamos pegados a la línea. Muchas veces, cuando llegaba Gento, te tenías que levantar rápido porque te arrollaba. Así de rápido y así de cerca de la cal jugaba… Me pasó de todo. En una ocasión, un balón salió fuera y yo, para devolverlo al campo, le metí un gol a Betancort. También me abrieron la cabeza en el Bernabéu, un día que perdía el Madrid y diluviaba, y seguí haciendo fotos con una venda. Entonces Félix Albero, Francisco Segovia y yo hacíamos las fotos y las llevábamos al Real Madrid, al diario Pueblo y a Informaciones para que nos las publicaran. Creo que en el primer sitio que salió fue en el Boletín del Real Madrid..
—Así estuvo cuatro décadas.
—Empecé con Albero y Segovia como fotógrafo en 1954, cuando ellos murieron nos quedamos con el laboratorio, y desde 1967 en la plantilla del AS hasta que me jubilé, en 1998.
—Usted tiene también la autoría de otra foto para la historia, el polémico gol de Breitner al Sevilla…
—El que entró por el lateral de la red, sí. Salió en un AS Color y ahí sí que me di cuenta en el momento de que podía tener algo muy bueno. Fue cuando vi que el portero del Sevilla, Paco, salía por un lateral de la portería a coger el balón… ¡y se lo encontró dentro del arco! (risas).
—Volviendo a la de Don Alfredo, esa foto acabó siendo una estatua en la entrada del Estadio Alfredo Di Stéfano en Valdebebas. Supongo que nunca le había pasado algo así…
—No, que va. Por cierto, estuve en Valdebebas el día de la inauguración, pero no me avisaron de que tenía un asiento para mí, sólo para el escultor, Pedro Montes. Luego me dijo Alfredo: “¡Pero si tenías reservado un sitio aquí con nosotros!”. A mí nadie me había dicho nada y estuve en un segundo plano. Luego le dimos un homenaje en el AS en el cincuenta aniversario de la foto (en abril de 2008) y pude estar con tranquilidad hablando con Alfredo, contando nuestras batallitas.
—¿Aquella fue la última vez que vio a La Saeta?
—Sí, por desgracia. Nos lo pasamos bomba. Ya estaba castigado físicamente, iba con la garrota, pero de cerebro iba muy fino. Seguía contando sus anécdotas como si hubiesen sido ayer. Siempre el alma de la reunión. ¡Qué cabeza tenía!…
—Háblenos del Di Stéfano futbolista. ¿El más grande de la historia?
—Ha sido el futbolista más completo que yo haya visto nunca. Mejor que Pelé. Un inciso, al que mejor le he visto pegarle a la pelota fue a Puskas. Un fenómeno. Cogía la pelota para lanzar una falta y ya la había clavado antes de que el árbitro pitase. Le hacían repetirla y la metía por el mismo sitio de nuevo. Qué tío. Alfredo estaba en todos los sitios, era un incordio para el oponente. Y movía a todo el equipo, estaba todo el rato hablando. Un ganador nato.
—Lo dice usted, que ha visto tanto fútbol…
—Ni recuerdo el número de partidos en los que trabajé, no sabría decir una cifra…
—Razón de más para ser voz autorizada. ¿En qué cambió Di Stéfano el fútbol español?
—Cambió primero al Madrid. Con él, se ganó todo. El club no atravesaba su mejor época, pero fue llegar Alfredo y conquistar títulos sin parar. Jugaba diferente del resto, revolucionó todo. Fue muy grande.