Redacción: realmadrid.com
A por la 12”, se dibujaba en las pantallas y en los marcadores del Santiago Bernabéu minutos antes del pitido inicial. Y la «12” llegó noventa minutos después con el coliseo blanco lleno hasta la bandera para vivir otro momento que pasará a las páginas de la historia del Real Madrid, del fútbol europeo y del balompié mundial. Porque el Rey de Europa refrendó ese título honorífico una temporada más.
Lo hizo con casi 80.000 personas de todas las edades que se convirtieron en la extensión de los desplazados a Cardiff y que animaron como si lo estuviesen viviendo en la capital de Gales. Porque realmente estuvieron allí gritando y animando a los suyos. Ni los cerca de dos mil kilómetros de distancia aplacaron el entusiasmo de los seguidores presentes en el Bernabéu. Era un día más de partido donde ocho pantallas gigantes ocupaban el lugar de los veintidós protagonistas.
Locura con el primero
Se cantó en los prolegómenos el himno de la Décima, se coreó el nombre de cada jugador del once titular y se comenzó a animar desde el pitido inicial. La locura invadió las gradas del Bernabéu cuando en el minuto 20 Ronaldo marcaba el primero. Se celebró, se coreó el nombre del portugués y se imitó su ya habitual grito de celebración. Ni siquiera el tanto de la Juventus minó la moral de la parroquia madridista, que envió desde la distancia el “Madrid, Madrid” para animar a los hombres de Cardiff. Porque ellos seguro que también sintieron el aliento desde aquí.
Sirvió el descanso del partido para que todos recuperasen fuerzas. Pero ni eso frenó el entusiasmo de las miles de camisetas, blancas en su mayoría pero también moradas, naranjas o negras, que hacían caso al texto que salía en las pantallas: “El equipo nos necesita, que nos oigan en Cardiff”. Y otra vez gritos de apoyo, a la vez que se cantaba la mítica “Cómo no te voy a querer”. No importaba que fuese la primera fila o la última del estadio.
Llegó la Duodécima
Y entonces llegó lo que llegó. El segundo, el tercero, el cuarto,… y se desbordó la ilusión porque se tocaba con los dedos una nueva Copa de Europa. Y se celebraron los cambios de Zidane como si fuesen otro gol y la afición enloqueció con los aspavientos de Kroos en su marcha del césped. Y botó el Bernabéu, y se gritó “Campeones”, y se coreó “Madrid, Madrid”. Y estalló de júbilo la grada con el pitido final. Y hubo lágrimas, y besos, y abrazos. Y se fueron a la Cibeles con una nueva canción: “Cómo no te voy a querer si fuiste campeón de Europa por duodécima vez”.