El Real Madrid reconquista su grandeza

La crónica: Querido Charmartín/Palacio de los Deportes-Latribunamadridista.com.

¡El Real Madrid conquista su 31º título de la Liga Endesa! El equipo blanco ha resuelto por 79-71 en el encuentro decisivo, con Rudy, Darden y Felipe Reyes vitales. Reyes es el MVP Orange

Una aspirina llamada Sarunas

Un 7 de abril de 2002, Manel Comas hizo debutar, precisamente contra el Real Madrid, a un chaval de 16 años que se hacía llamar Rudy. Aquel día, su Penya perdió de 26 puntos pero, en la rueda de prensa, aseguró que algo importaba más que el resultado. «Este junior dará muchas alegrías en el futuro». Once años después, aquella predición de Manel luce hoy de blanco y, en su primera final liguera, Fernández se sentía obligado a marcar el camino de los suyos. Se lo debía a Comas. Se lo debía a Laso.

Su mate inicial, contagioso, puso los cimientos de unos minutos calcados a los del arranque del segundo partido. Aún más perfectos si cabe. Carroll, eléctrico, encendió al pabellón con un 3+1 apoteósico y Llull redondeó el 10-0 de salida con robo y contraataque. Tiempo muerto y euforia desbordada en una grada que no podía, no podía y no debía entender de mesuras en todo un quinto partido del Playoff Final.

Fue Ingles quién cortó la sequía anotadora con un triple aunque el que realmente rompió la dinámica barcelonista fue un Tomic que despertó cuando Begic machacó en su cara. A partir de ahí, Ante se vistió de Ante y niveló el partido. Un palmeo por aquí, un par de rebotes ofensivos por allá, otro par de lanzamientos desde la personal, un tapón. Él solito había impedido la marcha de su rival. Empero, como aquel ciclista que se resigna a ser atrapado, el Real Madrid volvió a atacar. En mitad de un carrusel de personales y tiros libres, un coast-to-coast de Llull volvió a amenazar con el despegue (20-10, m.8), si bien la verdadera amenaza salió desde el banquillo.

Un tal Sarunas Jasikevicius, de esos que nacieron ganando, viven ganando y morirán ganándole a la misma muerte. Una aspirina contra el mareo. El lituano, silencioso, creó un escenario nuevo en solo dos minutos. 6 puntos surgidos desde su picardía lideraron un parcial de 0-8 para los visitantes que, a remolque y sin sensación de sentirse comodos en ningún momento, se veían con solo 2 puntos de desventaja al término del primer cuarto: 20-18. Y eso valía casi a una batalla ganada.

Por la vía más directa

A pesar del empate inicial de Tomic, el segundo cuarto volvió a cambiar las tornas. Dardenparecía omnipresente. Aparecía cortando en la zona, amenazando con el triple, penetrando o en el rebote. Asistía e impulsaba. Creía e ilusionaba. Con un 6-0, el Real Madrid volvía a recuperar el mando. O eso creyó ilusamente.

Lorbek convertía el 2+1 y Carroll le contestaba con un triple. Ingles volvía a silenciar el pabellón desde el 6,75 y Rudy, en pleno trance y maldición, ya no encontraba réplica. El contraataque barcelonista, otra vez con el australiano de estilete, provocaba el primer vuelco en el marcador de todo el partido: 31-32 (m.17).

El Barça Regal, a mitad del camino entre la serenidad y la anarquía, la coherencia y la precipitación, llevaba el partido a su terreno y empezaba a sentirse él mismo en ambas partes de la cancha. Sin embargo, cuando Ingles parecía Navarro, cuando el rebote no era otra vez una batalla perdida y cuando la intensidad blanca del inicio parecía flaquear, llegó un apagón aún más inoportuno que de los albores del partido.

Porque el Real Madrid encontró una vía y la explotó hasta la saciedad. Balones a la zona, balones a la zona. Y una sangría de puntos. Daba igual si era Mirotic el que se inventaba un gancho oBegic el que hacía fácil lo complicado. Qué importaba si Darden posteara como un pívot oDraper se sintiese con 40 centímetros más para campear a sus anchas bajo el aro rival. Los puntos del base hicieron mucho daño al Barça Regal que, ¡otra vez la paramnesia!, veía con impotencia cómo se repetía el guion al descanso: 41-32. Otra sequía. Otro 10-0. Otra vez a remontar.

Y al vigésimo… descansó

Alguien dijo alguna vez que prefería los sueños del futuro a la historia del pasado. Quizás esa frase, tan sencilla y simple, explique nuestra misma vida, nuestro propio mundo. El pasado es leyenda, el pasado es glorioso, el pasado es pasado. El ambicioso no entiende de títulos de antaño, el hambriento no se consuela con los momentos felices del ayer. El Real Madrid, gigante, no podía mentar más su palmarés. Los flashes de 2007 parecían en blanco y negro.

Con esa filosofía, Rudy Fernández regresó de vestuarios con colmillos afilados. Sus mordiscos dinamitaron el partido. Otra vez se encargó de inaugurar el marcador del cuarto con semi mate. A continuación, dos robos, dos contraataques, se colgaba para poner a los suyos 13 arriba (45-32, m.21). Suya fue la frase más coherente de toda la serie, para explicar su gafe desde el exterior. «Si supiera que me pasa, no llevaría un 0/16». Y 17. Y 18. Y 19.

Al vigésimo, 182 minutos después, el mundo se paró mientras el balón entraba. Apoteósis en el Pabellón de la CAM. Suponía la máxima (50-33,m.23) y parecía el golpe definitivo al Barça Regal.Rudy Fernández señalaba al techo, como si hubiera un cielo, y alzaba sus brazos gritando «ya era hora», como si esperase algún gesto divino cómplice que le explicase qué ocurrió. Y qué importaba ya.

Un minuto más tarde, a Llull le llegó el balón. Lo acarició, lo mimó, se lo pensó, se preparó y lanzó. El balón no quiso entrar y de haberse puesto 20 arriba al despertar barcelonista liderado por el Joe Ingles más salvaje, más insultantemente superior. El de Australia, el de Granada. El que se echó a su equipo a la espalda consciente de que un campeón nunca se rinde. Y el Barça Regal, hasta hoy, lo era. Un triple, otro. Un guiño de Jasikevicius, otra mirada a canasta. Un triple más. Un 5-18 de parcial, de monólogo, de orgullo, raza y amor propio para convertir el triple de Rudy en algo terrenal. Para entrar, e iban unas cuantas, por enésima vez en el partido: 55-48.

Felipe tiene tres letras

Escribía Slaughter, el domingo, que quería ganar para dedicárselo a su hermano. Era su cumpleaños. ¿Quién no entregó alguna vez un regalo con retraso? Aliado con un Darden cuya importancia creció geometricamente con el paso de los partidos, Marcus parecía otro. Saltaba más, se sentía mejor. Su palmeo volvía a impulsar a su conjunto, que volvió a sentirse en el cielo tras sendas canastas de Fernández y Rodríguez (66-51, m.34).

A partir de ahí, y hasta el final del choque, el partido se coloreó de sepia. Aquellos años dorados, aquellos viejos rockeros. Felipe Reyes y Sarunas JasikeviciusSarunas Jasikevicius Felipe Reyes. Inmortales. No era un partido de baloncesto sino un combate de boxeo. En lugar de puñetazos, había canastas, a cada cuál más simbólica, a cada cuál más valiosa. Tantas batallas por el camino, tanta grandeza…

Reyes emergió en el periodo final con otro recital de rebotes ofensivos y puntos trabajados y sufridos, de los que se disfrutan más. Jasikevicius, poseído, como si 2003 jamás hubiera acabado para él, era el principal sustento barcelonista. Y casi el único. El lituano puso al Barça Regal a 10 (72-62) a falta de dos y medio pero, en la siguiente jugada, Felipe volvía a ser el más listo para hacerse con el rebote en ataque, hipnotizar a todo el pabellón y ganar el partido: 74-62. Porque lo acababa de ganar él.

Y eso que el Barça Regal, inmenso su corazón, luchó por última vez por su sueño del doblete (Copa-Liga Endesa). Por su sueño del triplete (2011-13). Un triple de Jasikevicius, otra vez él, y cuatro puntos de Oleson fueron su última palabra (76-71, m.39) en el partido decisivo, en la final de las finales. Porque cuando Slaughter robó a continuación, el público empezó a chillar para no callar más.

Porque habían callado mucho tiempo. Porque desde 2007 soñaban con algo así. Porque desde hacía dos décadas no celebraban un título de los suyos en casa. Porque aquel Madrid del 94 de los Sabonis, Biriukov, Simpson, Brown, Antúnez, Antonio Martín y Lasa ya tenían sucesor. Porque Laso encontró recompensa a su propuesta, a su manera atractiva de concibir el baloncesto. Y porque Reyes, el eterno capitán, simbolizaba todo el sentimiento del madridismo con unos últimos segundos soñados.

Los gritos de MVP cuando lanzaba tiros libres. El rebote final, a sus manos, como un imán, como si balón supiera cuál era el dueño de este Playoff Final, cuál era el MVP Orange, el más laureado, el más legendario de los que vestían de blanco. Índice al cielo el de Reyes para celebrar el 79-71 final. Y tres dedos más tarde, como letras tiene su premio de MVP Orange, como ligas blancas ha conquistado.

31 para su equipo. 31 motivos de orgullo. Y confetti. Y redes rotas. Y alegría, sobre todo alegría madridista, de esa que cuánto más se gasta, más queda. Y un recuerdo a Comas, que una vez fue blaugrana, sí, pero también siempre, siempre, siempre, amante de este juego, de esta locura llamada basket.

Daniel Barranquero

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