REDACCIÓN: Luis Miguel Plá.
El año 2000 fue un año bisiesto que entró en una España dividida en dos frentes: el de los defensores de que estábamos ya en el siglo XXI y el de los académicos que decían que hasta el año 2001 no habría cambio de centuria. Por las calles, había poca gente que supiera lo que era el euro, y los cafés costaban sólo 100 pesetas, ir al cine era económico a 500 ‘pelas’ y las monedas de 25 eran de una elegancia superlativa gracias a ese coqueto agujero en su centro. En Madrid, los merengues habíamos pasado de la depresión a la euforia, y caminábamos con la frente bien alta y las camisetas que daban la bienvenida a la Octava orejona de nuestro querido club. Pero todo eso sería insignificante ante lo que estaba por llegar, ya que el mes de agosto de ese año 2000, la historia del Real Madrid daría un vuelco y con ella, la historia del fútbol universal.
Ese mes de agosto, Lorenzo Sanz veía como las urnas se olvidaban de los logros deportivos y castigaban su dudosa manera de gestionar el club. Los socios acabarían hablando, y las elecciones encumbrarían al ‘desconocido’ Florentino Pérez, que se trajo debajo del brazo a uno de los capitanes del eterno rival, a un grande, a Luis Figo. El Primero de los Galácticos.