Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista
Cuando Morata llegó al vestuario en El Sadar, apenas se tenía en pie. Nada más entrar vomitó y le tuvieron que ayudar para poder tumbarse en la camilla. Estaba completamente mareado. Sólo él sabe lo que sufrió durante los minutos que estuvo en el campo tras recibir el golpe en el ojo. Casi inmediatamente perdió la visión y a continuación empezó a marearse. Pero aguantó en el campo hasta que no pudo más.
Morata se derrumbó en la soledad del vestuario. El golpe era el colmo de una mala racha que le está atormentando. El delantero ha perdido protagonismo en el equipo, Ancelotti apenas le está dando minutos en los últimos meses y su futuro en el Madrid es incierto con el mercado invernal abierto. Ayer tenía por delante una buena ocasión de reivindicarse cuando salió al campo, pero todo se fue al traste a las primeras de cambio. Sus lágrimas de rabia cuando se marchaba del campo lo decían todo.
Morata no jugaba desde el 18 de diciembre. Lleva un mes y medio sin participar en Liga, más de dos sin hacerlo en Champions y la Copa es su tabla de salvación. Pero la fortuna no le acompañó y en su situación estos contratiempos se llevan fatal.
Sus compañeros se volcaron con él. Uno por uno se fueron acercando para darle cariño, para consolarle y para decirle que llegarían nuevas oportunidades para él. «Ánimo, Morata», le decían.
También Ancelotti se acercó. Fue lo mejor que se llevó Morata de la noche aciaga que vivió en El Sadar, el apoyo de sus compañeros. Muchos de ellos, los de más confianza, saben lo mal que lo está pasando el canterano.
En el club blanco valoran su entrega y le ponen como ejemplo de compromiso y lealtad a un escudo. Ayer Morata seguía dolorido, pero estaba más animado, listo para seguir dando guerra.