Redacción:Noelia Pinto Cervero-LaTribunaMadridista
España está fuera de los JJ OO de Río y no es por falta de esfuerzo de sus jugadores, desde luego. Alguien pensó que para perder en Eslovaquia y ganar en Luxemburgo era necesario reforzar la absoluta con gente que bien pudo remar en Cádiz cuando más falta hacía. Que Carvajal, Bernat, Koke y sobre todo Alcácer vieran a sus hasta hace poco compañeros estrellarse ante Serbia tiene poca justificación. Que la amarilla a Morata en el último minuto de la ida sin saber nadie que estaba apercibido fuera un desliz administrativo, aún menos. Y que Del Bosque no estuviera presente en el Carranza con lo mucho que había en juego es ya el culmen de una gestión nefasta y de consecuencias nefastas. El relevo generacional parece justificarlo todo: incluso renunciar a una Eurocopa Sub-21 y a unos JJ OO.
La realidad es que el partido ante Serbia fue una dura constatación de que cuando las cosas vienen mal dadas España no tiene plan B. Ni la absoluta ni las inferiores. Justo es decir que Serbia marcó en un primer y casi único acercamiento y que desde entonces se dedicó a ver cómo La Rojita se desesperaba. Pero también que estos partidos se han repetido últimamente y jamás se vio una solución para salir del embrollo.
Tenía la palabra paciencia en la cabeza el conjunto de Celades y por desgracia le duró muy poco. La doble pared que levantaron los serbios enfrente le obligaba a mover mucho el balón y aprovechar los espacios que por el medio dejaba Munir, más falso nueve que nueve puro. El problema es que no hubo quien negociase esos agujeros y poco a poco la posesión comenzó a ser estéril. De hecho, las dos mejores ocasiones fueron un robo de Sergi Roberto en la salida de balón serbia que casi hizo bueno Isco y un posterior tiro cruzado de Sergi Gómez en la segunda jugada tras un córner.
No existía fluidez ni Serbia dejaba que la hubiera, perfectamente parapetada y robusta. El contexto no era el mejor pero incluso fue a peor. Kostic, el jugador serbio más activo, cazó una pelota aislada y la convirtió en un puñal punzante por la izquierda que desangró a Sergi Gómez. Su centro fue rematado en propia portería y con muy poca fortuna entre Gayá y Saúl, lo que silenció un Carranza que había acudido únicamente con ganas de fiesta. Ni que decir tiene que el golpe en contra fue como una bofetada. Si para jugadores de primerísimo nivel ya lo supone, para jóvenes sin excesivas vivencias de este tipo lo es aún más.
Tocaba empezar a jugar en contra del reloj, con la ansiedad que eso produce. Desde ese instante Isco levantó la mano y reconoció su responsabilidad. De hecho, un par de jugadas suyas al filo del descanso pudieron ser el empate, pero ni había rematador ni suerte como la que habían tenido los serbios en su tanto. Quedaba tiempo pero el tiempo no siempre corre a favor, como así ocurrió. Celades metió a Sandro y por fin liberó a Munir, pero cuando de verdad creció el equipo fue con la entrada de Sarabia, como en la ida. Es difícil de explicar que Deulofeu no tuviera un efecto desatascador en este equipo y sí Sarabia, cuando éste ofrece más fútbol y el sevillista más gaseosa.
Verse fuera de su doble objetivo fue desgastando anímicamente a un grupo de jugadores que lo intentó todo. Sandro remató al palo en la acción que hubiera encendido la mecha, también Isco lo intentó, como Saúl a balón parado. Es más, la luz de la esperanza apareció al empatar Sergi Roberto en el descuento en un centro envenenado que hizo rugir a Cádiz como de verdad merecía la ocasión. La heroicidad pudo ser mayor si Munir hubiera empujado un balón suelto poco después, en plena locura de final. Pero no fue así. Kostic, otra vez él, sentenció vilmente en una contra para desgracia de un grupo de chicos que mereció un mayor premio y que fue despedido de Cádiz entre los merecidos aplausos del público. Las lagrimas con las que lloraron su eliminación no corresponden con la cadena de errores cometida a su alrededor. Sin Morata, sin Alcácer y sin Del Bosque –ninguna de las tres decisiones justificable- La Rojita dijo adiós a su sueño olímpico.