Los exjugadores del Real Madrid acudieron masivamente al estadio Santiago Bernabéu para dar su último adiós a Alfredo di Stéfano.
Butragueño: “Cambió la historia de este club. El Madrid es lo que es gracias a él y nuestra gratitud será eterna. Queda su legado y seguirá aquí. Sentí que algo mío se iba porque me dio la oportunidad de jugar en el primer equipo y siempre fue muy cariñoso conmigo. Le debo mucho. Siempre fue jugador aunque la edad le llevó a ser entrenador. Siempre pensó como futbolista y nos trató como a compañeros. Cuando se sentía a gusto, era un gran narrador de historias, muy divertido e ingenioso. Era una fuente de sabiduría. No le vi jugar, pero Charlton o Beckenbauer, con los que sí he hablado, me decían que era el mejor porque había muchos jugdores en él. Fue el mejor de todos los tiempos”.
Pirri: “No es comparable a ningún jugador del mundo. Maradona, Cruyff o Messi fueron muy buenos, pero fueron jugadores individuales. Completo sólo fue Di Stéfano. Fue defensa, medio y delantero centro. Ni Pelé puede compararse con él. No era un delantero centro como tal y fue muchas veces máximo goleador. En momento así nos damos cuenta de que somos una familia. Y se nos ha ido el hermano mayor, porque el padre fue Bernabéu, que también murió en el Mundial de 1978. Era fantástico, ocurrente, simpático, con sentido del humor. Yo llegué el mismo año en que él se fue. Jugué contra él y su homenaje. Era igual de genial en el campo que fuera. Había un jugador que corría poco y como llevábamos Zanussi en la camiseta, le dijo: “Che, te pesa mucho la lavadora”.
Hierro: “Fue un referente para los jugadores del Madrid. Él dio el cambio hacia el jugador total. Es la bandera del Madrid, de sus valores y su grandeza. Cambió la historia del club y hay que agradecérselo. El Madrid lo da todo hasta el último segundo y él siempre llevó eso por bandera”.
Camacho: «Te dejaba con la boca abierta su forma de ver el fútbol. Cuando le veías en el campo, te hacías pequeño. Tuvo el valor de meter a muchos jugadores de la cantera y eso no es nada fácil, pero lo hizo. Di Stéfano era un hombre muy comedido pero tenía su carácter».
Gallego: «Le debo mucho. Es de esas personas que dejan huella. Yo vine, con ocho años, a su homenaje en el Bernabéu. Yo no podía creerme que un día pudiese entrenarme. Siempre me llevé bien con él y con su familia. Llegamos a cinco finales gracias a su espíritu, aunque luego las perdiéramos».
Amancio: «Tenía un carácter muy fuerte y era un gran conversador. Tenía 22 años cuando llegué y solía juntarme con Miera o Pachín, gente de mi edad. Pero me sentaron en la mesa con Di Stéfano, Puskas, Gento y Santamaría. Yo no abría la boca. Eran dioses sagrados. Y me marca una frase que no me dijo con cariño. Mi camiseta no tenía escudo antes de mi debut y pasó el por ahí y me dijo: «Primero hay que sudarla». Luego interioricé y a mí me sirvió como estímulo. Él siempre decía que no había que darse por vencido. Hablaba de los caballeros de la angustia, los que tocan y tocan y nunca llegan. Fue un jugador completísimo. Tenía de todo».
Vicente: “Fue un gran compañero. Cuando no jugaba él se notaba mucho. Él daba el ejemplo. En Barcelona le dio una vez un balón a Gento, que lo perdió y vio cómo se desesperaba. Él corrió a recuperarlo para volvérselo a dar”.
Miguel Ángel Portugal: «Creo que era ese tipo de jugador que lo hacía todo en el campo. Defendía, atacaba, marcaba goles. Cuando un jugador como Pelé dice que era el mejor del mundo hay que respetar mucho esa frase. Diré que para mí siempre ha sido un Dios. Tenía una personalidad muy marcada y fue uno de esos jugadores que siempre marcan época».
Fernando Romay: «Es uno de los que ha puesto no una piedra, sino muchas para que este club sea lo que es y represente lo que represente. Era la representación de lo que es esto. Es uno de los pilares fundamentales sobre los que se construyó el Real Madrid, que es algo más que un club deportivo, es una escuela de vida. No solo cambió la historia del club, la lanzó a límites insospechados como un líder. Tenía un señorío para decir verdades como puños de las que el 99 por ciento de la gente se reía porque las decía de forma muy socarrona, pero al que se sentía aludido le escocía muchísimo».