Opinión: Luis Miguel Plá.
En un equipo plagado de estrellas, hay un actor secundario que se está convirtiendo en fundamental con cada partido que se esfuma del calendario. Casemiro, llegó al equipo sin hacer ruido, después de hacer una brillante campaña en el Oporto, y con la etiqueta de jugador de equipo que podría dar descanso a Kroos y Modric, pero al final, al principio las lesiones y después su rendimiento, le han hecho ganar galones y ser en este momento el eslabón más fuerte de la sala de máquinas blanca.
Su ausencia fue la más llamativa en la alineación ‘políticamente correcta’ que dispuso Benítez contra el Barcelona. Muchos esperábamos que aunque la enfermería se vaciara, el entrenador madrileño seguiría contando con su guardaespaldas particular, sobre todo, contra un equipo con un centro del campo que domina con puño de hierro los partidos, pero la realidad fue muy diferente y el resultado un desastre del que es mejor no hablar.
Contra el Shakhtar y con el frío ucraniano de escenario, Benítez recuperó la cordura y devolvió la titularidad al brasileño que, una vez más, fue uno de los jugadores más importantes de los blancos en varios apartados del partido. Casemiro volvió a responder sobre el campo a todos aquellos que todavía dudan de su calidad, completó 86 pases de los 93 que intentó (el que más en el Madrid), y con 11 kilómetros recorridos, fue el segundo madridista con más distancia en sus piernas, solo superado por Kovacic.
Pero Casemiro no es solo un jugador de estadísticas, es un hecho que el Madrid gana con su presencia en el campo, sobre todo, por la tendencia a partirse que tiene el equipo este año. Su largo recorrido, permite a Modric estar más desahogado para fabricar fútbol, y su presencia en el mediocentro, permite que los laterales puedan subir sin el miedo a dejar su banda descubierta.
Por todo esto Casemiro se ha convertido en un jugador fundamental, tan importante como lo son Ronaldo, Keylor, James o Ramos, o quizá más, ya que en una plantilla con tanta estrella y tanta calidad, lo que no sobra, lamentablemente, son jugadores de garra y carácter que acaben con la camiseta sucia de lanzarse al suelo a rebañar balones a los rivales.