Llull ( I parte): » Recuerdo un partido donde marqué 71 puntos con el cadete del Menorca»

Redacción: realmadrid.com.

Competitivo, tímido, un poco maniático del orden, muy puntual, perseverante y trabajador infatigable. Así es, según los que le conocen, Sergio Llull, el hombre al que le bastó una décima de segundo para llevar un nuevo título a la vitrina del Real Madrid. Él, ajeno a calificativos, confiesa vivir su temporada más dulce. El tiro ganador ante el Barcelona en la final de la Copa del Rey fue “el mejor momento” de su carrera. Y a partir del viernes, en Milán, espera superarlo.

El camino hasta aquí ha sido largo para Llull. Tanto, casi, como los 26 años que tiene. Los siete últimos han transcurrido en el Real Madrid pero el baloncesto entró en su vida desde la cuna. Hijo de jugador y nieto de entrenador, comenzó a escuchar rechinar las zapatillas sobre el parqué a los pocos meses de nacer. En el colegio le faltaba tiempo para acabar el bocadillo y correr a por una pelota. “Con un balón era feliz”, recuerda hoy.

Pasión prematura, trabajó sin descanso hasta llegar a su equipo de toda la vida. En Manresa, su primer club ACB, le decían que era “más madridista que Santiago Bernabéu”. Hoy, asentado como un pilar del actual Real Madrid, Llull vive el momento crucial de la campaña desde lo más alto: “Me encuentro muy bien. Está siendo mi mejor temporada en el aspecto individual. Estoy contento con mi juego y trabajando con mucha confianza. Doy siempre el ciento por ciento”

Encaramado a una de las cúpulas del madrileño mercado de la Cebada, el menorquín afirma: “No sé dónde está mi cima, sinceramente. Intento trabajar duro cada día; ir mejorando año tras año. Soy todavía joven y creo que no te puedes estancar; siempre hay cosas nuevas que aprender”.

71 puntos en un partido
Con ese espíritu, Llull ha ido abriéndose paso desde muy joven en un mundo en el que se dio a conocer como el cadete que anotó 71 puntos en un encuentro. El acta de aquel partido cuelga en una pared de su casa: “Recuerdo bien mis 71 puntos y 19 asistencias. Fue en Liga Cadete en Menorca, jugábamos en casa contra el segundo clasificado y ganamos».

«Fue un partido tremendo, uno de esos en los que no paras de meterlas. A partir de ahí salió una noticia en Internet, me convocaron con la preselección cadete y, aunque me quede fuera; entré un poco en la rueda de la Federación y pude fichar por el Manresa”.

No obstante, esa no es la primera imagen relacionada con el baloncesto que Llull almacena en su cabeza: “El primer recuerdo que tengo de baloncesto es ir con dos o tres años a ver a mi padre y ponerme a correr por la pista antes de que salieran a calentar, botando un balón (ver vídeo). Mi madre detrás, para que me sentase un ratito y me estuviera quieto”.

“Mi padre fue jugador, mi abuelo fue entrenador, así que viene de familia. De pequeño empecé a jugar a baloncesto y fútbol y me decanté por el baloncesto, aunque el fútbol no se me daba del todo mal. Pero es que el baloncesto me encantaba”.

Canastas de papel
Tanto le fascinaba que, si no había canastas se las ingeniaba para fabricarlas. “Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo juntábamos papel y celo para hacer canastas y las pegábamos en el armario. Nos duraban poco porque mi madre venía corriendo a quitar el invento. Con pocos años, conseguimos la canasta y balones ya teníamos”.

La competición ha formado parte de él desde que casi ni caminaba. “Siempre ha sido un apasionado de ganar”, afirman en su casa. Aunque él reconoce que ha llegado a romper cosas por pataletas y que ahí el gran sufridor era su hermano pequeño, Iván. “Mi hermano me ha sufrido mucho. Le saco cinco años y, jugáramos a lo que jugáramos, uno tenía que ganar. El que perdía se enfadaba bastante y si era yo…”.

Paco Llull, su padre, que jugó hasta 1989 de alero y luego presidió el Menorca Basket, cuenta que Sergio botaba el balón desde bien pequeño y comenzó a entrenarse con cuatro años. Tras los 71 famosos puntos y la preselección cadete, llegó la opción de Manresa, donde se le daba importancia a los estudios, algo muy importante para sus padres, que no aceptaban menos de un 7 en un examen.

La primera oportunidad
Confirmada Manresa como opción, Sergio se marchó con 15 años, decisión que en su momento fue complicada para su entorno. “No entendía nada, no entendía por qué unos señores se querían llevar a mi hermano”, explica Iván.

“Se lleva mal que tu hijo se vaya de casa con esa edad. Además, parece que los que vivimos en las islas somos más cerrados para eso. Fue duro aunque he de decir que nunca ha faltado una llamada: desde Madrid, Moscú, Estambul o donde sea», afirma su padre. La decisión estaba tomada.

About Jorge Gómez-Manzanilla