GENTO: “CUANDO QUERÍA VER UN GOL MÍO IBA AL NO-DO”

Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista

—Qué alegría verle. Hablemos de la Copa de Europa con la persona que más tiene, seis.

—Nunca pensamos que iba a ser un campeonato europeo con tanta relevancia. Se rumoreaba que el fútbol se iba a empezar a jugar entre equipos de Europa… Sabíamos que tendríamos partidos contra equipos que no conocíamos. No nos dijeron cómo iba a ser. El primer año algunos no fueron los que habían quedado campeones como el Servette, que fue invitado.

—Tampoco tenían referencia de quién jugaba.

—Nada. Ni cómo eran los jugadores, ni cómo jugaba el Servette. ¿Cómo jugaba el Partizán o el Milán? No teníamos ni idea. Al que conocíamos más era al Stade Reims porque contra ellos jugamos una Copa Latina en París donde ganamos la Copa de Europa. Kopa era el mejor de ellos. Por eso luego le trajimos aquí. No sabíamos nada del fútbol de fuera, no es como ahora, que van a verlos, que hay vídeos y saben quién tira penaltis, faltas, quién remata. Antiguamente no sabíamos y como no hay vídeos tampoco, le reconozco que muchas veces ni me acuerdo de partidos y goles. Cuando yo quería ver un gol mío, ver cómo lo había hecho, tenía que ir al NO-DO antes del cine porque si no no sabía. El de la Copa de Europa que metí contra el Milán tuve que ir al NO-DO a verlo y casi no se veía. Se ve que tiré yo así, pum, y está el balón en la portería. Una pena.

—En cuartos se enfrentan al Partizán y a la nieve.

—Aquello fue horroroso. Le ganamos aquí 4-0 y allí perdimos 3-0. La cosa es que lo pasamos muy mal. Hoy se habría suspendido. Era un patinaje. Pegaban balones en el palo y caía nieve. Bernabéu dijo que adelante y nos pusimos a ello, pero no nos eliminaron de milagro. Luego también Rial falló un penalti que podía haber sido el 1-1. No sé si patinó, si se resbaló…

—En semifinales, el Milán.

—Aquel Milán jugaba muy bien, tenía grandes jugadores. Pero pudimos con ellos. En la final, ante el Stade, las pasamos moradas. Los conocíamos de la Copa Latina que les ganamos 2-0. Nos sorprendieron. Empatamos, se volvieron a poner por delante. Y metió Marquitos. El gol misterioso de Marquitos. Todo el mundo le gritaba: “¿Pero, dónde vas?”. Es verdad que los defensas no subían como ahora. Le decíamos: “Pero pásala”. Sí, sí, pásala, que llegó a la portería y marcó gol. Él chutó, pegó en uno y entró. Fue el 3-3. Un cachondeo teníamos con él. Se tiró unos cuántos años presumiendo de aquel gol. Luego Rial metió el de la victoria en una jugada mía por la izquierda.

—¿Qué les dijo Bernabéu?

—Nos llevó al Folies Bergere con su mujer. ¡Cómo nos íbamos a perder eso! Se celebraba también cuando veníamos a Madrid. Estaba la gente en el aeropuerto esperándonos. Allí no viajaban. Iban cuatro que tenían dinero como Chicote, Padilla, que tenía perfumerías, y dos o tres más. Iban con nosotros en el avión. Chicote llevaba unas tortillas y las comíamos por el camino. Los aviones eran de hélices. Tardaban tanto que nos daba tiempo para todo.

—Aquel partido propició el fichaje de Kopa.

—Bernabéu era muy listo. Como él había sido jugador tenía buena vista. Igual que trajo a Di Stéfano, él lo vio y dijo: “Este es para mí”. Pues lo mismo pasó con Kopa. Quería a los mejores. No estuvo más tiempo en el Madrid porque su mujer no se adaptó a la ciudad. Me reconoció que él sintió muchísimo haberse marchado del Madrid.

—Al año siguiente volvieron a ser invencibles en Europa.

—El que quedaba campeón al año siguiente se jugaba la final en su campo. Así que jugamos en el Bernabéu. Pero eso lo tuvieron que cambiar porque ganábamos. Era imposible y lo quitaron. Aquí ganamos 2-0 a la Fiorentina. Di Stéfano marcó un penalti dudoso.

—¿Cómo dudoso?

—Le dieron un penalti a Mateos que luego lo he visto en algún reportaje y fue fuera del área. Y metí yo el segundo. Tampoco fue fácil. No conocíamos al contrario. Salimos a ver lo que salía.

—¿Qué les decía el técnico?

—Poca cosa. Jugábamos de memoria. En el equipo nuestro nosotros hacíamos las tácticas. Y, si había algún error, lo cambiábamos sobre la marcha. Teníamos un juego que siempre era el mismo. Parecía que éramos la Selección de ahora. Pim, pim, pim, tiqui-taca. Jugábamos siempre los mismos. Sabíamos lo que cada uno iba a hacer, cómo iban a llegar, sin mirar.

—En el 58 la final fue en Heysel. Llegaron a la prórroga y fue un gol suyo también.

—El Milán ya era fuerte y nos costó muchísimo. Di Stéfano me dijo: “Paco, este partido sólo lo puedes ganar tú”. Me veía el más fuerte. “Mira a ver, con alguna carrera de las tuyas”, me decía. Tuve la suerte de meter el gol. Él confiaba…

—Siempre tuvo fe ciega.

—Siempre. Desde un principio. Lo pasé muy mal cuando llegué y me apoyaba. Como él ha sido veloz se conoce que de joven también lo pasó mal. Pensaba que por mi velocidad nunca podía fallar. Era un fenómeno. Él decía que el campo estaba inclinado para mi banda, que se iba el balón para la izquierda…

—¿El tanto que logró en el minuto 107 es de sus favoritos?

—No fue el más bonito, pero sí por lo que significó. El gol más bonito lo metí en el Bernabéu, el 2-0 cuando ganamos la segunda Copa de Europa. Me fui corriendo desde el centro del campo y se la tiré por encima al portero cuando salió, pero es una pena porque en imágenes tampoco se ve muy bien. Me encantaría tener los partidos para verlos, recordarlos y enseñárselos a los nietos para que vean cómo jugaba su abuelo. Se ve uno que corre siete metros más de lo que corría. Tengo algunas, pero se ve muy poco. El 7-3 sí lo he visto, pero no es como ahora. Nosotros hemos hecho partidos fabulosos. Jugando de tacón. Con goles de Di Stéfano de tacón. Eso saldría ahora mil veces. Ahora te hinchas. Y de lo nuestro queda muy poco…

—En la tercera, en semifinales se encontraron con el Atlético. Desempataron en Zaragoza.

—El Atlético tenía un equipazo y eran ansiosos. Tal y como son ahora. Collar era una máquina, también Peiró, Alejandro, Luis, Ufarte. Eran fabulosos. Tenían un equipazo. Jugamos en Zaragoza y ganamos 2-1, pero podían haber ganado ellos.

—Entonces sí que era el rival y no el Barça.

—Efectivamente. Sólo le diré que de los 18 años que estuve jugando, el Barcelona ganó sólo dos Ligas. ¿Qué le parece? Yo 12. En aquellos años el Madrid podía con todos. La Copa de Europa era más difícil jugarla porque iban los campeones de las Ligas. Yo jugué quince Copas de Europa seguidas. Unas veces por ser campeón y otras porque ganábamos la Liga.

—Es el que más Ligas tiene.

—Cuando me dicen que Gento tiene seis Copas de Europa, apunto yo: “Y 12 Ligas, que es más importante”.

—Y llegó la segunda final contra el Stade Reims…

—Fue la más floja. Se lesionó Kopa. Llevábamos tres seguidas y en España nos recibían igual. Iban los mismos. No se aburrían. Nosotros lo celebrábamos en Cibeles, en el club que tenía el Madrid y Bernabéu allí. Había un pabellón de baloncesto y allí estábamos. Salíamos por la calle y te miraban, pero no es lo de ahora que se tienen que esconder los pobres.

—Y en el 60 llegó la final del 7-3 al Eintracht.

—Esa fue la mejor, sin duda. Por el juego y por los goles que se metieron. Di Stéfano marcó tres y Puskas cuatro. A mí me hicieron un penalti y no me dejaron tirarlo. Dije: “Lo tiro yo”. Y me dijeron que no. Puskas era quien los tiraba. Le dije: “Déjame alguno que yo te he dado uno”. Nada, acaparaban todo. Eran unos fenómenos. Fíjese que Puskas vino con pancita y todo lo que hizo. Claro, no lo vimos en su primera etapa en Budapest. Me hubiera encantado verle con 20 años. Aquel 7-3 fue fabuloso. Nos metimos al vestuario y la gente nos hizo salir otra vez. Bernabéu nos dijo: “Tenéis que salir”. La quinta Copa de Europa fue gloriosa. El equipo jugaba de maravilla. Nos adelantamos quince años en aquel entonces. No jugábamos con el delantero típico que había. Arrancábamos desde atrás jugando al contraataque desde el centro del campo hacia delante. El único más adelantado era Puskas. Di Stéfano corría tanto como yo.

—Y al año siguiente se acabó.

—Hubo algo. El Madrid no podía seguir ganando la Copa de Europa. Si seguía ganando, eso se deshacía. Bernabéu protestó por dentro. Pasemos página.

—Perdieron las finales del 62 contra el Benfica y en el 64 frente al Inter.

—Ganábamos 2-0 y perdimos 5-3 en la del 62. Fueron tres goles de Puskas. Ellos eran gente joven. No aguantamos. Eusebio era espectacular. Era joven, nos había visto jugar porque el Madrid era el equipo más admirado de la época. Del partido contra el Inter ni me acuerdo. Nunca lo he visto repetido y me gustaría. Nuestro equipo se había hecho mayor y era lógico.

—En el 66 llegó la Sexta.

—Gente joven con las ganas y el entusiasmo nuestro. No con el juego, pero tampoco pensábamos que íbamos a ganar la Sexta. Eran los once españoles. Ni pensarlo. Era un equipo light. Eran jóvenes, pero teníamos ilusión y lucha. Salíamos jugando con Grosso como si fuera Di Stéfano en el centro del campo. Ganamos Ligas también. Fue un equipo aprovechadillo.

—Usted tiene seis y Maldini casi le alcanza con cinco…

—Casi la lía en 2005. Estaba en el estadio con Butragueño y ganaban 3-0 al Liverpool. Le decía: “Vámonos que esto ya se ha acabado” y, de repente, los ingleses remontaron. No nos lo creíamos. Cómo es posible que con lo que les cuesta meter los goles a los italianos, perdieran la final.

—¿Que le parece que sea una final Madrid-Atleti?

—No se valora lo importante que es. Y con las ganas que les tenemos. Es muy bonito para Madrid y para el mundo. El que gane hará la fiesta y el que pierda, a llorar. Tengo tanta ilusión por la final como cuando yo jugaba. Ahora se viven más las cosas. Estuvimos 32 años sin una Copa de Europa. A veces me pregunto que por qué tanto tiempo, que si se nos olvidó ganarlas, se abandonó. 32 años es media vida. La Quinta no tuvo suerte, pudo haber ganado alguna. Les tocó el Milán y el Bayern, que eran como el Madrid de los sesenta.

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