ESPECIAL ILLARRAMENDI:EL BERND SCHUSTER DE ZUBIETA

Redacción:Noelia Pinto Cervero-Latribunamadridista

Asier Illarramendi (Mutriku, Guipúzcoa, 1990) nació y creció viendo fútbol. Desde el bloque de viviendas en el que residía en su pueblo divisaba el campo de San Miguel, en el que comenzó a sentir esa pasión por el fútbol. Antes, como cualquier otro chico, se había debatido entre varios deportes en sus primeros años en la escuela. De hecho, llegó a compaginar el fútbol con el balonmano, aunque terminó decantándose por el primero.

Ayudó a ello que la Real, de la que siempre fue un gran aficionado, le convocara para jugar el famoso torneo alevín de Brunete. Illarra (como se le conoce) dejó muestras de su calidad detrás de una larga melena rubia que le hacía inconfundible. La misma que tenía hasta que fue madurando y haciéndose importante en Zubieta. Desde siempre exhibió un gran manejo del balón que le llevó también a ser convocado por la Selección en categorías inferiores.

Con la generación del 90, la de De Gea, Camacho y Bojan, se proclamó campeón de Europa Sub-17 y alcanzó la final del Mundial, en la que España cayó ante Nigeria en una tanda de penaltis en la que precisamente él falló uno de los lanzamientos. Ese carácter aparentemente frío le perjudicó más veces. Martín Lasarte, técnico uruguayo que ascendió a la Real a Primera, frenó algo su progresión porque no le vio la personalidad suficiente como para romper en el primer equipo. Nada más lejos de la realidad.

A Illarramendi le gusta ser un tipo discreto, como lo es su gran referente Xabi Alonso, con el que no pudo jugar por lesión con la selección de Euskadi en las pasadas Navidades pese a su enorme ilusión e interés. No luce tatuajes ni deja grandes titulares. Lo suyo es jugar al fútbol, perder pocos balones y recuperar muchos. Lillo le definió un día como el Schuster de Zubieta por su pelo y su buen manejo del balón en la media.

Y es así, con una pelota y un compañero a la que pasársela, como realmente se siente feliz. Lo mismo que cuando se pasa horas hablando de fútbol con la cuadrilla de Mutriku. O cuando va a visitar a la amoña para que le haga croquetas, su especialidad. Un tipo sencillo, criado y educado en valores propios de los pueblos, quien ya conoció la cara amarga de las lesiones (estuvo dos meses fuera en 2011 por una rotura del menisco de la rodilla izquierda) y al que se le presenta un reto mayúsculo: exponer todo su buen fútbol en el Real Madrid.

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